23 marzo 2006

paredes de mármol

No sabía a quién o con qué me iba a encontrar, simplemente me dejé llevar y no pensé más en las consecuencias.

Iba en una sola fila de gente, entre paredes de mármol, obscuras e interminables. Tenía la certeza de que todos llegaríamos a un lugar distinto.

Seguía la procesión, unos detrás de otros, como si lo tuviéramos ensayado, no había angustia ni dolor, sólo un gran sentimiento de incertidumbre, nomás.

Salí de la fila y me desvié hacia una puerta que me llamaba. Me llevó a un salón a media luz, con largas cortinas y paredes de cristal, donde me esperaba el resto de mi familia. Se percibía el mismo ambiente, el que yo traía muy dentro en el corazón, una tranquilidad absoluta; todos platicaban. El lugar parecía todo menos un funeral. Fue justo eso lo que me dio a entender donde me encontraba.

De repente todos se levantaron de sus asientos y se pusieron de espaldas contra esas paredes de cristal, se hizo un silencio absoluto… comenzaron a salir personajes de entre aquellas cortinas largas, parecían disfrazados, no sé de qué; había uno por cada uno de nosotros. Cerramos los ojos al mismo tiempo, mientras ellos comenzaron a realizar una especie de viaje alrededor de nuestros cuerpos.

Poco a poco fueron adquiriendo las características físicas de múltiples personas, de diferentes edades, de texturas, de olores, de colores. Eran nuestros muertos.

Abrí un poco los ojos, el mío se hallaba como en un trance, como perdido entre millones de estrellas.

Se veían como ellos, respiraban como ellos, hablaban como ellos, traspiraban como ellos, sí... como nuestros muertos.

Cerré los ojos de nuevo, preferí no ver más, aunque era lo único que más deseaba hacer en ese instante de mi vida. Mi cuerpo se estremeció y no pude dejar de temblar… hacía mucho frío, al borde de lo insoportable… pensé que en ese momento también me moriría. El silencio todavía nos sumergía, se mantenía imperecedero, tangible.

Duró tan solo segundos, como ese instante antes de morir, en el que dicen, toda tu vida pasa enfrente de ti. Pero fue suficiente para conocer a todos esos fantasmas, que ahora fluyen en mi sangre, pero que nunca había podido percibir como ahora, tan reales. Sólo entonces, se volvieron parte de mi piel.

Todo se esfumó de repente: mis deliciosos farsantes, los vínculos, las cortinas, lo liso del piso, el frío, las miradas, el segundo de lucidez... la soledad.

Las paredes de mármol se habían transformado en nichos, uno para cada uno de nosotros, también. Contenían un hueco, un simple hueco, al que si te acercabas podías escuchar una voz, la más dulce que hayas podido escuchar y que podías guardar muy bien en la palma de tu mano, para llevarla contigo por el resto de la eternidad.

19 marzo 2006

autobiografía

Llegó resguardado por doce soles inmensos
caritativos, inciertos
pero seguros
confidentes del mar eterno
y no lo dejaron solo
nunca más

sus pilares
eran seres complementarios
allegados al cielo infinito
y a la tierra de cinco piezas
y dos planetas solitarios
indiferentes, únicos
encadenados
desde las profundidades del infinito

fue un tercer día
envuelto en una obscuridad extrema
con la piel erizada
por el frío, por el miedo
desconcertado de ser
(aunque aún no sabía que lo hacía)
de vivir, de sentir
por vez primera

lo rodearon las luces
lo cobijaron los entornos
lo convencieron los astros
lo ataron las vidas pasadas

y así, mirando hacia su primer cielo
le dio nombre a la estrella madre
le cambió el color y la vistió
y durmió por largo tiempo
para no despertar
tan sólo en las madrugadas.

Creció lentamente
la lluvia lo alimentaba
y de vez en cuando
viajaba a las estrellas
y les contaba secretos
de un umbral inmenso
hallado en el cráter de un planeta
engendrado por un bálsamo
y por bromuro indefinido, punzante

visitaba a esas estrellas cada tercer día
siempre había que contarles
y ellas cantaban, reían
y se nutrían con sus palabras
e ignoraban el presente

siempre regresaba con un baúl
que llenaba en su camino
con rayos de luz
incesantes, plateados
y que resguardaba de las sombras
con la estela de sus sueños polares

pero un día no regresó
enfermó quedando en el espacio
y flotó perdido, asustado
sin sendero, sin pasado
con una inmensa incertidumbre
al quedar ciego, débil, descorazado

pero se defendió, gritó
y fue muerto varias veces
despertando para pintar
sus heridas
y levantarse para hallar el camino
el conducto, el regreso
a la superficie
y así poder llorar
por el resto de su vida.

Vació las nubes de las montañas
les robó su llanto
lloró por años y por años
desbordó los mares
los vistió de mil colores
le cambió el nombre a la tierra
y las pobló de injertos, de sangre, de hierba

el bromuro lo fue carcomiendo
crónico, intrínseco, sarcástico
desde las uñas azules de los pies
hasta la punta del cabello más largo
y sólo lo olvidó
hasta el último segundo de su existencia

así, ya nunca regresó
se fusionó con las olas de la galaxia
increíblemente diáfana
cambió su piel, se erosionó su paso
y nació de nuevo
intacto, fértil
brillante como un espejo

conoció seres paralelos
cultivó fantasías
voló en esferas extrañas
descubrió la felicidad eterna
y quedó ciego un instante
desenterró la felicidad del segundo
vio el futuro

así, sucumbiendo ante el firmamento
se vistió de poros y tejidos
y se volvió de carne y hueso.

ayer



Ayer me olvidaste
y ya te extraño
te necesito, pero ya no te recuerdo
te siento, te sueño, te deseo
pero ahora nada más te puedo ver
con los ojos cerrados

Ayer me besaste
y supe que te había perdido
y aun así, te sigo llevando
en cada uno de mis dedos
en cada uno de mis poros
en la lengua y en los ojos
te resbalas de mis labios

Ayer te encontré de nuevo
y te voy a volver a encontrar
te abrazaré y te mimaré
pero mi voz será distinta
no podrá gritar nunca más

Ayer volamos más alto que nunca
y comprendí que no reencarnaras
y que con esos ojos que me regalaste
alguna vez me leíste, me desquiciaste
pero también me lograste matar.