15 julio 2010

Nada (Dames-Sanguinetti)

He llegado hasta tu casa...
¡Yo no sé cómo he podido!
Si me han dicho que no estás,
que ya nunca volverás...
¡Si me han dicho que te has ido!
¡Cuánta nieve hay en mi alma!
¡Qué silencio hay en tu puerta!
Al llegar hasta el umbral,
un candado de dolor
me detuvo el corazón.

Nada, nada queda en tu casa natal...
Sólo telarañas que teje el yuyal.
El rosal tampoco existe
y es seguro que se ha muerto al irte tú...
¡Todo es una cruz!
Nada, nada más que tristeza y quietud.
Nadie que me diga si vives aún...
¿Dónde estás, para decirte
que hoy he vuelto arrepentido a buscar tu amor?

Ya me alejo de tu casa
y me voy ya ni sé donde...
Sin querer te digo adiós
y hasta el eco de tu voz
de la nada me responde.
En la cruz de tu candado
por tu pena yo he rezado
y ha rodado en tu portón
una lágrima hecha flor
de mi pobre corazón.

25 abril 2010

Anoche vino a despedirse.

Anoche vino a despedirse. No recuerdo bien cuándo fue la última vez que lo vi, pero anoche vino a despedirse.

Estaba dormido, recargaba mi cabeza sobre el colchón, con las rodillas en el piso, me ganó el sueño y dormí, nomás, mirando a través de los ojos cerrados.

Anoche vino a despedirse, no hizo ruido, ni siquiera habló, sólo sonrió, y supe entonces que todo estaba bien, mis pulmones se llenaron de aire en ese momento, del mismo aire que él respiraba, y seguí soñando.

Con esa sonrisa me dijo todo. La sonrisa de siempre, la inigualable, la que remarcaba sus arrugas, las de tantos años. Se dibujó un atardecer en sus ojos. Yo creía volar y sonreía también, después de mucho tiempo.

Anoche vino a despedirse. Me levantó sin esfuerzo y me acomodó, me cubrió y nunca más sentí frío.

Se detuvo en la puerta, percibía su figura en el claroscuro de la habitación, perfecta, intacta; con sus fantasmas alrededor, con su aroma de tabaco dulce, con sus pantalones bien planchados y con el bolsillo de la camisa lleno de corazones inflamados.

Anoche vino a despedirse, mientras los demás no estaban, y temblé…

Grité para poder despertar, grité con el más profundo de mis silencios, con el alma ahogada en gotas de sal, con la imaginación vuelta realidad, nublada de historias, de encuentros… Se acercó de nuevo, me abrazó con todas sus fuerzas y sonrió otra vez, inolvidable, pero fugaz. Me besó la frente y me regaló el agua del mar, envuelta en papel de cartón. Dio la vuelta y se fue.

Anoche vino a despedirse, fue la última vez que lo vi. Pero dejó en mi camino estrellas, que brillan intensamente, que suspiran, que cantan todos los días; las guardo debajo mi piel, para no olvidar, para no llorar, para no despertar en la soledad, nunca más.


A mi abuelo.

06 abril 2010

ulises

Cuando Ulises volvió de sus viajes sólo su perro, Argos, lo reconoció.

La Odisea, Homero.

08 marzo 2010

Camino

Y cuando los pasos se oyen con más fuerza
cuando los pájaros se han ido a dormir pero saben que existes
es cuando debes reactivar tus células y decidir el camino
el que dicta el corazón
el que dicta el sentimiento y el futuro
cierra los ojos y abre las alas
que el tiempo no espera
cura tus heridas y flota en el espacio
nomás, como si fueras una pluma
que perdió su camino
pero que tiene forma y color
y que al final, sabrá a dónde llegar.

29 enero 2010

Inmortal

Existe un río cuyas aguas dan la inmortalidad; en alguna región habrá otro río cuyas aguas la borren. El número de ríos es infinito; un viajero inmortal que recorra el mundo acabará, algún día, por haber bebido de todos.

Jorge Luis Borges.
El inmortal.

26 enero 2010

velocidad (siqueiros)























tantas veces pasado de largo, abandonado, en nuestras narices, hasta que fue rescatado y de nuevo luce, como en sus viejos tiempos, con la misma velocidad de siempre...

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